La clave para empoderarnos en las nuevas masculinidades

El camino de los hombres hacia las nuevas masculinidades pasa por la consciencia corporal.

Experimentando esa consciencia corporal, nos daremos cuenta del contraste entre lo que es sano y no es sano, entre lo que nos ayuda y nos enferma en nuestra manera de ser hombres.

La antigua masculinidad, la que ya no nos sirve y no nos empodera, es la que se basa en la fuerza y el control.

Cuando estamos en la antigua masculinidad, nuestra energía corporal se centra en la cabeza, en la parte mental, donde se activan los juicios, las rumiaciones, los pensamientos anticipatorios y la necesidad de control.

También se centra en la parte del pecho y el tronco, en los brazos, desde donde se activa la fuerza física, la posición de defensa y ataque.

Pero desde ahí emitimos solo agresividad y miedo, poder y amenaza hacia el otro e incluso a nosotros mismos.

Desde esta posición no podemos identificar nuestra propia energía femenina, ni tampoco reconciliarnos con ella, ni mucho menos, por supuesto, abrazar y aceptar la de la mujer.

Sin embargo, existe otra manera de estar como hombres y es desde una nueva masculinidad.

Esta nueva masculinidad se caracteriza porque en nosotros hemos hallado un equilibrio interno entre cuerpo, emoción y mente.

Y una de las claves para llegar a este estado es el arraigo. Ponerse de pie, descalzo, con las rodillas flexionadas, y poner la intención en mandar nuestra fuerza hacia abajo.

 

Desde ahí, desde ese contacto con el suelo nos daremos cuenta de que las energías de nuestra cabeza y nuestro tronco bajan, ya no tienen tanto poder y no son tan neuróticas.

Después, nos daremos cuenta de que, de repente, una fuerza desde abajo hacia arriba emerge en nosotros. Esa fuerza es la capacidad de sostenernos. Y gracias a la aparición de esta capacidad de sostenernos a nosotros mismos y a los demás, se dan permiso para aparecer las emociones, la vulnerabilidad, nuestra energía femenina, la intuición, una sabiduría interna que nos dignifica y muestra nuestra verdad.

Es ahí, desde esta verdad, donde emerge nuestra autentica fuerza, nuestro auténtico poder, porque nuestra mente, cuerpo y emoción están en equilibrio.

Y desde este arraigo, este equilibrio, los hombres emitimos amor, confianza, seguridad, aceptación, que nos ayudará a reencontrarnos, en una relación de igual a igual con la mujer.

Y a ayudarla a que ella también pueda hacer su proceso de reencuentro con ella misma, y con su nueva feminidad.

Y no solo eso. Esta nueva energía corporal amorosa adquirida, nos hace posible una paternidad mucho más sana, presente y consciente.

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