A veces, ante aquello nos hace sufrir, nos cuesta afrontar o nos mantiene estancados, tan solo es necesario dejarse caer en el pozo para que algo nuevo pueda renacer en nosotros.
Y cuando hablo de caer en el pozo me refiero a darnos el espacio y permiso para explorar nuestra oscuridad, abrazar nuestra sombra, y dejarnos sentir nuestra vulnerabilidad y nuestro dolor.
Se trata de proceso que no podemos hacer solos y que debemos hacer acompañados por un terapeuta Gestalt, ya sea en un acompañamiento individual o grupal.
Dejarse caer significa darse permiso para entrar en un proceso donde las corazas y las defensas caen, se derrumban, en el que te das cuenta de que aquello que aprendiste para defenderte o protegerte de aquello que en algún momento u otro te dolió, ya no te sirve.
Y es ahí, ahí, en tu oscuridad, en tu vulnerabilidad, en ese vacío, que surgirán tus recursos, lo que los terapeutas llamamos la familia interna sana.
Tu familia interna sana está formada por tu madre interna, tu capacidad de acogerte, respirarte, de acompañarte y de maternarte en ese dolor y que, poco a poco, te ayudará a desarrollar la ecuanimidad.
Luego está tu padre interno, esa capacidad de paternarte, de darte cuenta y decirte que “hasta ahí”, que “no exageres” y “que no te vas a morir de eso”, y que, “venga, tira hacia adelante”.
Después, en ese pozo, en ese abismo de vulnerabilidad, aparece el tercer miembro de tu familia interna, tu niño interior, esa capacidad creativa, intuitiva, de buscar un nuevo recurso, una nueva solución, un nuevo camino más sano, más consciente, y auténtico para ti.
Y será esta familia interna que está en ti que permitirá que desde un lugar de tu interior surja como una cuerda, una escalera a la que agarrarte y salir de ese pozo y regreses a tu luz, a tu equilibrio, a tu potencial, a tu fuerza, tu salud y tu bienestar.