¿Cómo sanar la herida del orgullo?
Posiblemente, la herida del orgullo sea una de las neuras más difíciles de sanar y constituye uno de los principales obstáculos a la hora de evolucionar y crecer, sobre todo cuando estamos pasando por períodos de crisis vital y existencial.
Y la razón de esto es que la voz del orgullo suele afirmar algo así como: «yo no necesito aprender, yo ya lo sé todo, a mí no me pasa nada, el problema es del otro, puedo hacer lo que me de la gana, soy tan importante que puedo seducir a quien quiera etc…«, lo cual va en contra del requisito más importante para abordar un proceso interno de crecimiento y autoconocimiento: la humildad y la entrega a la experiencia.
De hecho, según el antiguo cristianismo, el orgullo estaba en la cabeza de los pecados capitales.
El orgullo se creó en ti desde un mecanismo de defensa creado por no poder sostener el dolor de no ser amado y aceptado.
Este personaje del ego se creó en tu infancia desde una falta de atención y valoración a quién realmente eras.
En tu infancia aprendiste que solo te amaban y te valoraban si te mostrabas poderoso, importante, especial, imprescindible y generaste la creencia de que solo te amarán si te mantienes ahí arriba.
Las personas mostramos el orgullo para no contactar con la carencia, con la necesidad, con la vulnerabilidad, con los límites, porque en la infancia contactar con la carencia nos suponía un gran dolor.
Desde el orgullo inflamos nuestra propia imagen, nos creemos más de lo que somos, nos sobredimensionamos y desde ahí nos ponemos tan por encima de los demás que no vemos la realidad tal como es, ni tampoco sentimos empatía por las necesidades de los demás.
Desde ahí, funcionamos desde una posición altiva y despreciativa hacia las otras personas, y desde ahí somos incapaces de encajar las críticas y tener relaciones de igual a igual.
Sanando la herida del orgullo con los elementos tierra y agua
Algo que le suelo decir a mis clientes que acompaño a través de la Terapia Gestalt y la Terapia Corporal Integrativa, es que para sanar la herida del orgullo se necesita mucha tierra y también algo de agua.
En efecto, el antídoto al orgullo es la humildad, y humildad viene de «humus», que significa tierra. Y la tierra nos invita a hacer un viaja hacia abajo, hacia el arraigo y el tocar con los pies en el suelo y la realidad, al hecho de sentirse uno más.
La tierra también nos sugiere eso de la energía materna o madre tierra. Lo que sana al orgullo es dejar de dar interesadamente y manipular al otro para ser necesitado para hacer un giro hacia uno mismo y amarse incondicionalmente. Y para ello, es necesario conectar con la necesidad, escucharla y satisfacerla. Esta es la máxima expresión de autoestima.
Pero a lo que más nos invita la tierra, para sanar el orgullo, es al arraigo. A eso de sostenerse a uno mismo para bajar de tan arriba y pasar por el corazón y conectar con la vulnerabilidad.
Y eso es lo que realmente sanará la herida del orgullo: el contacto con la ternura, algo que se cortó en nuestra infancia desde la expresión de amor o erotismo, que nos permitirá vernos a nosotros mismos y ver al otro.
El orgullo también precisa de agua. Porque el orgullo es energía de fuego, un fuego arrollador que todo lo arrasa.
Y lo contrario de fuego es agua, como movimiento de apertura, de suavidad, de entrega y escucha al otro.
Y es cuando conseguimos bajar a la tierra y nos dejamos bañar por el elemento agua, que conseguimos conectar verdaderamente con el corazón y somos capaces de colocarnos desde una posición de igual a igual con las personas y la vida.
Es desde aquí que sanamos la herida del orgullo y aparecen la serenidad, la salud y el bienestar emocional.
Con amor y gratitud,
Pere
Un comentario
Gracias por ayudarme a sanar.