La mayoría de hombres que hemos iniciado la aventura de la paternidad vivimos en un gran autoengaño.
Es cierto que han quedado lejos los tiempos en los que la responsabilidad de la crianza de los hijos recaía única y exclusivamente en la mujer.
Hoy en día cada vez somos más los hombres que decidimos romper el patrón de padres ausentes, narcisistas , autoritarios y exclusivamente proveedores que heredamos de nuestros padres y nuestros abuelos, y nos corresponsabilizamos, junto a nuestras parejas, en las tareas de crianza de nuestros hijos.
Y en caso de los padres separados, algunos hasta nos atrevemos a pedir la custodia compartida.
En el complejo y arduo camino hacia la igualdad entre hombres y mujeres, los hombres hemos avanzado dando pasos de gigante que han permitido que podamos disfrutar de nuestra paternidad y compartir la aventura de la crianza con nuestras parejas.
Más allá de la corresponsabilidad.
Para muchos de nosotros, representa una gran conquista haber aprendido a cambiar pañales, a preparar a nuestros hijos comida saludable y haber conseguido flexibilizar nuestras jornadas laborales para poder ganar tiempo y llevar a nuestros hijos al parque o a las actividades extra-escolares.
Sin embargo, desde mi mirada como terapeuta humanista, creo a los hombres todavía nos queda mucho camino por recorrer en nuestra paternidad.
La mayoría de los hombres que pretendemos ejercer una paternidad consciente nos hemos instalado en una peligrosa zona de confort que nos lleva al autoengaño de pensar que somos buenos padres solo porque nos corresponsabilizamos del cuidado de nuestros hijos, les damos todo el amor y no les falta de nada.
Sí, este es el gran autoengaño de los hombres en nuestra paternidad. Creemos que somos buenos padres cuando realmente no lo estamos siendo porque hemos transformado nuestra paternidad en el hacer, pero no en el ser.
Lo cierto es que no hemos puesto el foco en transformar nuestra manera de ser hombres.
En efecto, los hombres todavía no hemos llevado a cabo un proceso interno, profundo y sincero de transformación de nuestra masculinidad y de desintegración de patrones machistas y patriarcales que nos permita vincularnos con nuestros hijos desde otro lugar que no sea el que estamos acostumbrados: la mente y la razón.
Duele. A muchos padres nos duele, y mucho, admitir que a los hombres esto de las emociones nos cuesta y que nos perdemos en nuestras rigideces corporales.
Y es precisamente desde ahí, desde el dominio de lo emocional y lo corporal que nuestros hijos necesitan que nos vinculemos con ellos para que puedan crecer con salud y empoderamiento en estos tiempos de cambio e incertidumbre.
Te dejo con una cita del Terapeuta Gestalt y autor, Albert Rams, en su libro “Ser padre hoy: Terapia Gestalt y Paternidad»:
Los hombres, solo aceptando e integrando nuestra vulnerabilidad, podemos dar cabida a la vulnerabilidad del hijo. Solo incluyendo nuestra propia fragilidad, podemos ser blandos sin ser blandengues, consistentes sin ser tensos, serenos sin ser ausentes, sólidos sin ser rígidos.
Albert Rams
Con amor y gratitud,
Pere