¿Cómo superar el duelo de ruptura de pareja?
“Estuve casi dos meses sin poder levantarme de la cama a causa del intenso dolor corporal que sentía”. Es así como suelo empezar mi relato al explicar cómo viví y logré superar el duelo de la ruptura con mi pareja, la madre de mi hijo.
Aunque quizás el dolor de la pérdida de una pareja no se pueda comparar con el de la muerte de un ser querido, lo cierto es que el dolor y la sensación de vacío y derrumbe que sentimos ante la ruptura sentimental con la persona amada, sobre todo si con esta persona nos ha unido un vínculo muy profundo o hemos tenido hijos, puede resultar desgarrador e insoportable, porque nos conecta con algo muy nuclear en nosotros: las heridas del abandono, del rechazo o traición que experimentamos en nuestra infancia.
Ante la dura situación de enfrentarnos al hecho de que nuestra pareja ya no estará a nuestro lado, la mejor manera de superar un duelo por ruptura de pareja es empezar por considerarlo como lo que es, una pérdida. La pérdida de un ser amado, de un vínculo, de un proyecto personal y familiar que de repente se esfuma y ya no se dará, como tantas pérdidas que vivimos, porque nada es permanente.
En esta pérdida, nuestra psique necesita un tiempo para procesar, elaborar lo que ha sucedido y adaptase a la nueva situación. Necesita transitar por un, a veces, duro y arduo proceso de duelo.
Y para que ese proceso de duelo sea exitoso, y nos devuelva, tras un tiempo, al estado de salud, vitalidad, equilibrio, paz y serenidad, no hay otro camino que permitírselo, en todas sus fases.
Un buen duelo consiste en darse permiso para sentir lo no sentido, para expresar lo no expresado, para vivir con consciencia en cada una de las fases, en el estado de shock, en la negación, en la posibilidad de negociación o plantearse volver, en la culpa, en la rabia, la tristeza profunda, y en los altibajos y decaídas, sin caer en la evitación y en la neurosis de cada uno, ya sea buscando otras parejas que tapen nuestra carencia y nuestra herida, ya sea refugiándonos en los estímulos externos o en la racionalización u otras estrategias que adoptamos para evitar conectar con el vacío y la soledad.
Un proceso de duelo va de respirar y dejarse sentir. Los terapeutas Gestalt solemos acompañar y sostener el dolor de los demás con la expresión de “déjate sentir”. Aunque duela. Y mucho. Ese es el único camino para salir adelante.
Pero un duelo no solo se basa en el sentir. También va de aprender. De aprender que la pareja es cosa de dos, cada uno con su mochila, con sus heridas emocionales, sus fidelidades sistémicas, sus valores y sus necesidades. Dos, que se encuentran en el proyecto de ser pareja y serán más libres y sanos si aprenden a distinguir lo que es de cada uno, y lo que corresponde al otro.
“Yo soy yo. Tú eres tú. Yo no estoy en este mundo para cumplir tus expectativas. Tú no estás en este mundo para cumplir las mías».
Fritz Perls
Sí, un duelo va de aprender. Y de entender e integrar desde lo lingüístico, lo emocional y lo corporal que tu relación de pareja fue un proceso en el que dos almas se encontraron para enseñarse, crecer, desarrollarse, y en ese encuentro, acompañarse. Y que, pese al esfuerzo y las circunstancias, no pudo ser. Aunque duela. Y mucho.
La manera más saludable de transitar por un duelo es dejar de culpabilizar al otro y ponerse en la actitud de revisar y responsabilizarse del aprendizaje que la ruptura de pareja conlleva, adoptando una mirada consciente.
Se trata de darme cuenta del ser que he sido, no he sido y tengo la oportunidad de ser tras esta etapa. Tomar consciencia de lo que hice bien y lo que pude mejorar, de cómo me relacioné con mi pareja y desde dónde. Quizás fue desde la carencia o el apego, o de la exigencia y la dejadez, del control y la sumisión, quizás desde la ausencia emocional y la falta de compromiso, o de la lucha de poderes.
Y lo mejor que puedo hacer es darme cuenta y hacerme cargo de lo que di y no di, de mis creencias sobre lo que es y no es una pareja, de lo que repetí con mi pareja que tenía que ver más con la manera con la que me relacioné con papá y mamá.
Para que la ruptura de pareja nos acabe nutriendo y nos refuerce en la experiencia de vivir, necesitamos ser otros observadores de nosotros mismos, de nuestra ex pareja y de la relación. Sin embargo, a veces esta tarea resulta ardua si estamos enganchados a la emoción del momento, a un mecanismo neurótico o a antiguos patrones de la infancia que nos impiden avanzar y evolucionar. Es por esta razón que el acompañamiento terapéutico es vital para poder transitar por el proceso de una manera más sana y sin excesivo sufrimiento.
En ese proceso de duelo, resulta muy saludable llevar a cabo conversaciones pendientes, desde las necesidades reales y desde lo emocional, la escucha y el reconocimiento al otro, evitando los juicios y reproches. “Me siento así…”, “que sepas que esto me dolió”, “me quedó pendiente decirte que…”, “perdona, gracias, lo siento” …
Cuanto más limpiemos lo pendiente y liberemos energía que quedó estancada, más espacio podremos dejar para lo nuevo.
Hasta que poco a poco, después de un tiempo, te das cuenta de que vas recuperado la ilusión y el gozo de vivir, te sientes mucho mejor, vas dejando atrás el proceso de duelo de ruptura de pareja y has conseguido integrar, aceptar y colocar a esa persona que fue tu compañera de vida en un sitio especial de tu corazón, en el que surgen emociones como la compasión, ternura, amor y gratitud por todo lo que te aportó y te regaló, sobre todo, si lo que te regaló fue un hijo maravilloso.
Con amor y gratitud,
Pere
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